BIOGRAFIA
Miguel Ángel REYES : EL PINTOR EN LA RUE MOUFFETARD
Durante una década Miguel Ángel Reyes pintó en el
pueblo donde murió Van Gogh, en Auvers-sur-Oise, cuna de los impresionistas,
pero ahora lo hace en su taller de la medieval calle Mouffetard, en pleno
centro histórico de París, por donde hace siglos salían
los viajeros rumbo a Italia y el sur de Francia.
Entre su trabajo incesante en el estudio, sus viajes al interior de Francia
e Italia y las salidas cotidianas a la calle Mouffetard, la más
bella y típica de la capital francesa, Reyes tiene claro que hace
parte de una larga lista de artistas colombianos que se instalaron en
París, como Fernando Botero, Luis Caballero y Darío Morales,
entre muchos otros que a lo largo del siglo XX vivieron en la capital
francesa desde dentro con sus pinceles en la mano.
El largo periplo que lo condujo a pintar en la calle más antigua
de París viene de la influencia de sus ancestros, que se dedicaban
a las artes plásticas inspirados en los clásicos renacentistas,
pasa por estudios en la escuela de Bellas Artes de Cali en los agitados
años 70 y una larga estadía en México, donde de 1980
a 1984 trabajó en la escuela de San Carlos y compartió con
toda una generación de artistas que ascendían, llenando
de entusiasmo las galerías de la capital mexicana, bajo la luz
de Rufino Tamayo, Diego Rivera, y Frida Kahlo.
En México Reyes se introdujo al metro y captó magistralmente
los rostros y las miradas desfiguradas por la velocidad y la promiscuidad
subterráneas, en una de las series más recordadas del pintor
colombiano durante su paso por el país azteca. Allí llegó
con Nicolás Lozano, su amigo y compañero de estudios en
Cali para conectarse con las maravillas del enorme país de Ruelas,
Siqueiros, Orozco, Soriano y Cuevas y vivir una experiencia básica
para su trabajo.
Reyes viene de familia de artistas plásticos. Su padre Daniel Reyes
es pintor y nació en Ecuador. Ha sido retratista, pintor de paisajes
en la Cali de los 60, por lo que desde niño Miguel Ángel
jugó entre telas, pinceles y óleo. Su padre llegó
a Colombia ya formado, pues estudio en la escuela fundada por el bisabuelo
Daniel, situada en San Antonio de Ibarra. A su vez su abuelo era escultor
y vivió en la frontera, en Tulcán (Ecuador), por lo que
varias esculturas del Santuario de las Lajas, como ángeles, vírgenes
y pinturas fueron hechas por el abuelo Alfonso y el bisabuelo Daniel.
La madre de Miguel Reyes, también amante de las artes, se llama
Bertha Montoya, pariente del poeta vallecaucano César Conto, y
viene de Dagua (Valle), donde conoció a su padre. En ese ambiente
propicio a las artes y la cultura nació Reyes en 1953 y antes de
concluir el bachillerato en el Colegio Politécnico, ingresó
al Conservatorio Antonio Mariah Valencia, donde daba clases el dramaturgo
Enrique Buenaventura, quien manejaba la escuela de arte dramático,
mientras Gloria Castro se encargaba de danza, el maestro Valdiri de la
música, Daniel Romero de las artes plásticas y Fanny Mickey
del teatro.
Cali bullía de arte y literatura en esos años 60 y 70 como
uno de los centros culturales más importantes del país,
por lo que su formación universitaria se dio en un ambiente propicio.
Su contemporáneo Andrés Caicedo había producido la
fenomenal novela « Que viva la música », Oscar Collazos,
Umberto Valverde y Fernando Cruz Kronfly publicaban sus primeros libros,
los colombianos llenaban los teatros para ver « La orgía
» de Enrique Buenaventura y las exposiciones se sucedían
en la galería de « La Tertulia », mientras en el café
de los turcos las nuevas generaciones cambiaban los canones estéticos
después de la pavorosa era de La Violencia. En la noche reinaba
para unos la salsa y para otros el rock pesado que venía del norte.
Como desde los siete años de edad entró en contacto con
el óleo al ver trabajar a su padre, casi estaba destinado al arte.
A veces en la escuela algunos maestros creían equivocadamente que
su padre le hacia la tarea de dibujo, pues sus trazos eran ágiles
y logrados. En la escuela de Bellas Artes, daban clase los maestros Oviedo
en escultura, Labrada en óleo, Pedro Nel Gómez y Acuña
en muralismo. Este último venía de México y había
fundado el movimiento muralista Bachué, ya que durante el gobierno
liberal de Alfonso López Pumarejo se dieron becas a muchos pintores
colombianos que, como fue el caso de Gonzalo Ariza, viajó a China.
De la generación de Miguel Ángel Reyes asistían a
cursos Oscar Muñoz, un poco mayor, así como Ever Astudillo,
Edgar Álvarez, Antonio Moreno y el ya mencionado Nicolás
Lozano, compañero de clase y gran amigo. Por la escuela pasaban
con frecuencia maestros como Edgar Negret, quien le abrió muchas
puertas, Enrique Grau, la crítica Marta Traba, a quien conoció
en una exposición de Edgar Álvarez, quien acababa de ganar
el premio de la Bienal gracias a la argentina y pese a la oposición
del jurado manejada por Alcántara. En esos años iniciales
Reyes trabajó el lápiz, bajo la influencia de David Manzur,
Enrique Grau y Lucy y Hernando Tejada.
Reyes se quedó en Cali hasta 1974 y luego viajó dos años
a Nueva York para la hacer una especialización. Le impresionó
en el MOMA de la gran urbe estadounidense la presencia del « Guernica
» de Pablo Picasso, todavía no regresado a España
y aprendió mucho, emocionado durante horas frente a los cubistas,
el pop Art, Andy Warhol, Jackson Pollock, el movimiento abstracto de la
Escuela de Nueva York, y, por supuesto, sus admirados De Kooning y Gorky.
A México se fue a vivir porque deseaba ver de cerca el muralismo,
pero le impresionó de inmediato el gran Rufino Tamayo, con quien
tuvo la alegría de hablar varias veces pues admira sus formas y
colores surgidos desde las entrañas profundas de su tierra Oaxaca.
También tuvo contacto con el trabajo del dibujante José
Luis Cuevas, y de su generación, con el trabajo de Kaminer, Macotela,
Rebolledo, Luis Argudin, Chucho Reyes y los hermanos Castro Leñero,
que exponían en la galería Sloane Racotta y en Alternativa,
manejada por Christina Khahlo. En la escuela de San Carlos estudió
litografía y grabado con el maestro Leo Acosta y Juan Acha en historia
y teoría del arte. De ahí salía a la cantina el Nivel,
a unos pasos de la plaza de la Constitución, donde se veía
con otro colombiano que adoptó México, el bogotano Santiago
Rebolledo y sigue trabajando allí en sus talleres de Oaxaca, la
tierra de Francisco Toledo y Tamayo.
En París Reyes ya lleva una larga vida que le ha dado tres hijas
francesas, además de una vasta obra expuesta en varias galerías,
como sucedió en una exposición especial de homenaje en la
Alcaldía del quinto distrito donde vive. Allí expuso amplios
trabajos inspirados en la cartografía aérea, elaborados
con las arenas que empezó a dominar en México. Sobre él
ha escrito el recién fallecido Pierre Restany y si en México
pudo hablar y escuchar a Tamayo, en París lo hizo con ese otro
moderno llamado Cesar.
Reyes vivió y trabajo en Auvers-sur-Oise, junto a los trigales
de Van Gogh, pero finalmente decidió trasladarse a París
a vivir en la más bella y auténtica calle Mouffetard. Ahí
en la tranquilidad de un estudio de dos niveles, Reyes sigue fraguando
su obra fiel al dibujo de sus inicios y el óleo, que prefiere por
sobre todas las cosas. Pero siempre en el fondo del alma está presente
su tierra colombiana, donde quisiera estar mucho más tiempo. Cuando
baja por la calle Mouffetard con la baguette en la mano rumbo a su estudio,
Reyes piensa en esos paisajes del occidente de Colombia, en la tierra
mexicana que lo acogió, los maestros colombianos y los compañeros
de generación que lo vieron abrirse camino en el arte en medio
de la salsa y el calor de su adorada Cali, la de Andrés Caicedo
y Enrique Buenaventura
Eduardo GARCIA AGUILAR